martes, 17 de marzo de 2009

Capitulo 13: Un ultimo adios

Llegamos a la mansion pasado el mediodia y nos llevaron escoltados por un largo pasillo hasta una habitacion completamente vacia, el basurero se habia tomado muchas molestias para evitar que mi inventiva le jugara una mala pasada.

- ¿Que vamos a hacer? - Me pregunto la Dama – Seguro que ya has pensado algun plan.

- No – Me sente en el suelo y saque el paquete de tabaco que habian tenido la decencia de no confiscarme – La mejor opcion es esperar tranquilamente y ver como se desarrollan los acontecimientos. ¿Quieres un pitillo?

- No puedo creer que te vayas a quedar ahi sentado a esperar que vengan a matarnos. Por que si no te has dado cuenta eso es lo que van a hacernos.

- Es lo que yo haria...

- Ademas tienen el maletin.

- Ahora mismo eso no me preocupa.

- Pues a mi si. Me preocupa mucho que tengan la llave y que vayan a matarnos. Llamame paranoica si quieres pero no merezco ser asesinada.

- Eres una mujer fria y calculadora que se caso con un tipo que no era trigo limpio para robarle y yo un asesino a sueldo con suficiente sangre en las manos como para pintar de rojo un bloque de pisos. Quiza es lo que nos merecemos. - La puerta se abrio y dos hombres cogieron a una asustada Dama para llevarsela, cuando paso a mi lado le guiñe un ojo. – Pero no hoy.

Habia estado en suficientes situaciones parecidas como para saber lo que me esperaba. A los pocos minutos entro el Basurero, llevaba a Sargonnas en el cinturon. Estire los brazos, me desperece y segui sentado. Se froto las manos y sonrio.

- Jack, querido amigo, no sabes el tiempo que llevo esperando este momento.

- ¿La hora del te?

- Elocuente hasta el final, ¿Eh, Jack? Porque sabes que esto acaba aquí.

- Siempre pense que acabariamos matandonos en una cascada en Reichenbach, aunque la verdad es que nunca hemos coincidido en Suiza.

- Nunca dejaras de ver la vida con ese halo de romanticismo, es una lastima que tenga que ser yo quien te abra los ojos y te enseñe que los buenos tiempos son cosa del pasado. Ya no tenemos veintipocos años ni nos perseguimos por medio mundo en busca de nadie, somos demasiado viejos. Acabare contigo y podre por fin descansar en paz. Termina el cigarrillo y levantate.


Le di una larga e intensa calada y tire la colilla, me levante y el Basurero me golpeo el estomago una y otra vez hasta que cai al suelo.

- ¿No vas a decir nada? - Estaba fuera de si, me pateo la cabeza y la espalda reiteradamente, cuando apenas podia moverme, me levanto por el cuello de la camisa y me encaro con el, su saliva se estrellaba en mi cara mientras me gritaba lleno de ira - ¡Di algo!¡Quiero oirte gritar de dolor!

Exhale el humo del cigarrillo en sus ojos y me solto. Se echo las manos a la cara durante un segundo que aproveche para darle varios puñetazos. Aparte del esfuerzo de aguantar la paliza sin abrir la boca casi me asfixio antes de que me acercara lo suficiente.

- Trucos del oficio, basurilla – Le agarre la cabeza y empece a golpearla violentamente contra el suelo hasta que sus facciones quedaron irreconocibles. Cuando estaba semiinconsciente le quite mi pistola y le apunte mientras le pisaba el cuello para evitar que se moviera. - Jacqueline – Le dije mientras cargaba a Sargonnas – Se llamaba Jacqueline.

- ¿Que? - Me respondio entre gorgoteos - ¿Jacqueline?

- Asi se llamaba y tenia siete años, le encantaba dibujar, ir con sus padres a pasear por la playa y cogerse los talones. Si no nos hubieramos cruzado en su vida aun estaria viva.

- La vida es dura...

- Adios, Henry Jones. - El frio disparo de mi Magnum acabo con nuestra rivalidad de una vez por todas – Nos veremos alli abajo.

Guarde a Sargonnas en la pistolera que llevaba en el hombro y sali de la habitacion en busca de la Dama. Todo estaba muy tranquilo, no habia matones por ningun lado ni nada que rompiera el inquietante silencio que se habia apoderado de la mansion. Un tiro me sobresalto, venia de la segunda planta. Corri como pude hacia alli temiendome lo peor. Cuando entre vi a la Dama moribunda en un charco de sangre. Me acerque y la mire, no podia decir nada pero su mirada hablaba por ella, le acaricie su melena apelmazada y cerro los ojos, habia muerto. El ruido de una escopeta amartillandose tras de mi me hizo darme cuenta de que no estaba solo.

- A pesar de su mas que comprobada profesionalidad me ha sido muy facil pillarle por la espalda.

- Dickinson, sucio bastardo...

- No se lamente, - Senti como me apuntaba, pero no podia hacer nada, antes de que me diera la vuelta estaria en el infierno.- Tenia muy buen cuerpo pero era demasiado ambiciosa, si no hubiera sido yo habria sido su siguiente marido. ¿Algo que decir antes de reunirse con sus antepasados?

- La venganza hace que merezca la pena el dolor.

- Muy profundo, pedire que lo usen para su epitafio.

El ruido del arma disparandose retumbo en mis oidos mientras el tiempo parecia detenerse, mi vista se nublo mientras la sangre se deslizaba por mi pecho y brazo hasta la moqueta. Entretanto Dickinson cayo al suelo fiambre. Usar a Sargonnas a traves de mi hombro seguramente me habria dejado la extremidad inservible para el resto de mi vida, pero era un pequeño sacrificio en por de un bien mayor, ademas era ambidiestro. Cai de rodillas debilitado por la paliza del Basurero y la perdida de sangre. Deberia haber estado contento, todo habia acabado y todavia respiraba.

- Eso mañana te va a doler – La voz era inconfundible, y no pude hacer otra cosa que sonreir. – Deberias ir al hospital.

- Pense que ya te habias largado de la ciudad.

- Todavia tenia que recoger cierto maletin con una llave.

- Muy astuta – Me encendio un cigarrillo y me lo puso en la boca - ¿Como sabias que estaba aquí?

- Un localizador en la camisa que te regale.

- Eso explica las interferencias que decia Joe. ¿Me vas a decir para quien trabajas?

- Para gente que prefiere estar en el anonimato.

- ¿Su nombre rima con cabrones?

- Puede – Rio, recogio el maletin y dejo de apuntarme para darme un beso – Te escribi la combinacion en mi carta por si acaso, pero se ve que toda la perspicacia que tienes con el resto de los mortales no la tienes conmigo.

- ¿No dicen que el amor te ciega?

- Pues tu deberias de empezar a abrir los ojos si no quieres acabar mal. - Se encamino hacia la puerta – Por lo que a mi respecta todo ha terminado. ¿Sin rencores?

- Vale, al fin y al cabo podre seguir con mi anonimato y mi triste vida de camarero.

- Entonces esto es un adios. Cuidate.

Y se fue. Me arrastre escaleras abajo y como pude me incorpore para pedir un taxi que me llevara al hospital. Por mucho que me cueste adimitirlo no le guardaba nada de rencor a Angel. A fin de cuentas era su trabajo.


Epilogo.

Tras varios mese de dolorosa rehabilitacion mi brazo no habia quedado tan mal, o por lo menos no tanto como mi corazon. El bar estaba de nuevo en funcionamiento y yo seguia poniendo copas a borrachos que no podian ponerse en pie.

Me mese la barba y empece a limpiar la barra, que estaba fria como una lapida, era una tarde tranquila hasta que mi compañero el pianista entro en escena.

- ¡Siete! Dejame las llaves de tu moto que la voy a mover un poco para poder aparcar el coche – Se las tire no muy fuerte, le golpearon en la mano y cayeron estridentemente al suelo. Las recogio y empezo a mirarlas extrañado. - ¿Y esta llave tan rara que llevas aquí?

- Se la quite a alguien que pensaba que yo no era una persona perspicaz a cambio de cuatro besos, siete abrazos y un disparo...