Era una tarde lluviosa de invierno, mientras fumaba un cigarrillo iba limpiando la barra de marmol tan fria que me recordaba a una lapida. No me malinterpreten, el garito estaba bien; Un antro oscuro, con buen bourbon, bebedores profesionales y un pianista cirroso con una tendencia enfermiza a destrozar clasicos de Ella Fitzgerald. Sin olvidar, por supuesto, la magnifica filosofia laboral de no preguntar por el pasado de los camareros lo que, por razones obvias, lo convertia en el hogar ideal para un tipo como yo.
Que la mayoria de las personas que ves no recuerden lo que hicieron ayer tambien ayuda a pasar desapercibido. Los clientes mas asiduos me llamaban "viejo numero siete" o "siete" a secas, bien como broma privada debido a mi fiel compañero de viaje o bien por mi digamos, desaliñado aspecto. Fuera por lo que fuera era mejor que me conocieran asi que por mi verdadero nombre.
La tarde transcurria tranquila, habia tal silencio que casi era capaz de oir a las ratas merodear los cubos de basura del callejon. Tranquila, hasta que ella entro por la puerta.
Era una mujer de unos cuarenta ,muy elegante, casi aristocratica. Tenia pinta de haberse quedado viuda de tres o cuatro ancianos millonarios y no haber derramado mas lagrimas que las justas para firmar las herencias, y que conste que no soy misogino, pero siempre he pensado que las mujeres solo dan problemas, apesar de ello mi deber como distribuidor de bebidas era atenderla.
- Buenas tardes.
- Buenas, señor siete - Me dijo dejandome la sensacion de que me habia perdido algo - Un Hammer rojo, por favor.
- Lo siento, no conozco ese coctel.
- Es extraño - Susurro con una media sonrisa capaz de derretir un glaciar - Me han comentado que hace mucho tiempo usted era el mejor barman de la zona oeste.
- Se confunde de persona.
- Quiza si o quiza no, de todas formas no he venido hasta este local de mala muerte a jugar a las adivinanzas - Saco algo de su bolso - ¿Conoce a este hombre?
La foto que me dio era de Jack "el buzon", un borrachuzo semi-indigente con tendencia a la diarrea verbal y las malas compañias, hacia tres o cuatro dias que no le veia, y eso que me debia algo de pasta. Decidi que la sinceridad era la mejor manera de sobrellevar este asunto.
- No lo he visto en mi vida.
- Vaya - Comento mientras guardaba la foto - Es la segunda decepcion que me llevo con usted, y realmente espero que sea la ultima; Necesito que lo encuentre, tiene en su poder un bien muy preciado para mi.
- ¿Por que yo? - Le pregunte intuyendo la respuesta - ¿Por que no contrata a un detective privado?
- Los detectives son caros y usted lo hara gratis porque se quien es en realidad. Ademas es perfecto para este asunto.
- ¿Porque soy temerario e inteligente?
- Porque es un asunto muy feo - De repente se levanto, dejo en la mesa un telefono movil y se encamino hacia la salida - Encuentre a ese hombre, recupere mi propiedad, con un poco de suerte la semana que viene pensara que todo esto fue un mal sueño y podra seguir en su escondrijo sirviendo copas. Le llamare a ese movil para que me informe, y por favor, intente ser discreto en la medida de los posible, a ninguno nos conviene llamar la atencion.
Y se fue. Se me erizaron los pelos de la nuca y eso siempre era una mala señal, pero no tenia mucha capacidad de eleccion, cuando cerrara el local tendria que darme una vuelta por los bajos fondos. Me encendi un cigarrillo e intente no pensar en la sensacion de asco que me recorria el estomago, ¿Era nerviosismo por tener que inmiscuirme en un asunto tan raro, o impaciencia por volver a mi lugar en el mundo?
Lo descubriria muy pronto